Experiencia personal
Soy una mujer libanesa privilegiada.
Elijo a quién amo. Visto lo que quiero. Decido cuándo salgo. Elijo qué estudiar. Incluso puedo viajar libremente. Pero el privilegio es relativo. Porque en mi país, mis derechos no están garantizados; son prestados. Y muchas mujeres libanesas no tienen los mismos privilegios que yo. Tengo el privilegio de tener voz, así que elijo ser la voz de aquellas que no la tienen. Si me ven salir demasiado o simplemente viviendo con libertad, algunos asumirán que soy “mercancía dañada”. Y si creen que he tenido relaciones sexuales antes del matrimonio, no solo seré avergonzada, rechazada o golpeada, podría ser asesinada. Los “crímenes de honor” siguen ocurriendo en Líbano, y el cuerpo de una mujer se ve a menudo como la reputación de su familia, no la suya propia.
Si quiero un aborto, por cualquier motivo, no puedo tener uno. La ley no se preocupa si soy demasiado joven, vulnerable o si simplemente no estoy lista para ser madre. No le importa si fui violada. Mi cuerpo no me pertenece, no tengo derecho a decidir.
Y si tengo un hijo fuera del matrimonio, mi bebé será apátrida. Sin un padre legalmente reconocido, el niño no tendrá nacionalidad, identidad ni futuro.
Si estoy casada, mi hijo tomará la nacionalidad de mi esposo. Si me caso con un extranjero, en los papeles, mi hijo no será libanés.
Si estoy en peligro, no puedo confiar en la policía para que me proteja. Si mi esposo me golpea, me dirán que regrese a casa. Que es un “asunto familiar”, y no les concierne.
Y si hubiera nacido en otra familia, en otra comunidad, podría haber sido casada a los 12 años. Porque en Líbano no existe una ley unificada contra el matrimonio infantil. La infancia de una niña puede ser borrada con una firma cuando alcanza la “madurez”.
Hoy me encuentro aquí no solo como mujer libanesa, sino como defensora de aquellas que han sido silenciadas. Porque ninguna de nosotras es libre hasta que todas lo seamos.
Esta historia es poderosa, y los datos que siguen demuestran que no está en absoluto sola…
Líbano tiene 15 leyes de estatus personal diferentes, cada una dictada por tribunales religiosos. Esto significa que los derechos fundamentales de una mujer—su capacidad para casarse, divorciarse, obtener la custodia de sus hijos o heredar propiedades—no se determinan por una única ley civil, sino por la doctrina religiosa.
Leyes de herencia: Las leyes de herencia libanesas son discriminatorias, ya que los hijos suelen heredar el doble que las hijas en la mayoría de las sectas religiosas. Así, la seguridad financiera de las mujeres depende frecuentemente de los familiares varones.
Leyes de nacionalidad: Las madres libanesas no pueden transmitir su nacionalidad a sus hijos, solo los padres pueden.
Leyes sobre el aborto: Líbano criminaliza el aborto, con penas de hasta tres años de prisión para la mujer y para cualquier persona que la asista.
Crímenes de honor: Líbano abolió las sentencias reducidas para los crímenes de honor en 2011, sin embargo, las actitudes sociales siguen siendo peligrosas. Las mujeres que desobedecen la figura masculina dominante en el hogar enfrentan severo estigma, abuso e incluso la muerte a manos de sus familias. La falta de denuncias y de aplicación de la ley aumenta las tasas de estos crímenes deshonrosos.
Violencia doméstica: En 2014, se promulgó una ley que criminaliza la violencia doméstica, pero la violación conyugal sigue siendo legal. Muchos casos no se denuncian debido al estigma social y la falta de confianza en las fuerzas del orden.
Acoso sexual y violación: 6 de cada 10 mujeres libanesas sufren acoso sexual y no lo denuncian por miedo a ser avergonzadas, acusadas de mentir y a dañar el “honor” de sus familias y el suyo propio (ABAAD MENA, 2022).
Matrimonio infantil: No existe una edad mínima nacional para el matrimonio. Los tribunales religiosos pueden aprobar matrimonios para niñas tan jóvenes como de 12 años. Algunos hombres incluso afirman que eligieron a sus esposas para que fueran menores de edad, específicamente para criarlas como esposas obedientes.
Representación política: Las mujeres ocupan menos del 7% de los escaños en el Parlamento de Líbano, lo que sitúa al país entre los más bajos del mundo en cuanto a paridad de género en la política. Además, cuando una mujer libanesa se casa, se registra legalmente en los registros familiares de su esposo y debe votar en su localidad, independientemente de dónde vivan.
El silencio no es una opción cuando la injusticia es la norma. Las mujeres libanesas merecen más que sobrevivir, merecemos igualdad, dignidad y el derecho de forjar nuestros propios destinos.